Lo que viene después del 20 de mayo: ¿algo nuevo en la política venezolana?

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[Read in English here.] Por Steve Ellner 2 de junio de 2018
Traducido con la ayuda de José Gregorio Tovar y Carmen Sánchez Ellner para Rebelion El desconocimiento de la legitimidad del proceso electoral del 20 de mayo por parte de Henri Falcón y el otro candidato presidencial importante de la oposición, el evangélico Javier Bertucci, no presagia bien para el nuevo periodo del presidente Maduro. La consolidación de un bloque moderado dentro de la oposición representado por Falcón que reconoce la legitimidad del gobierno, hubiera restado influencia a los partidos radicales de la derecha y significado un mayor grado de estabilidad en el país al disminuir la polarización. Maduro necesita capital político y cierto apoyo desde fuera del movimiento chavista para poder enfrentar los problemas apremiantes, como la inflación de cuatro dígitos, un deterioro muy pronunciado en el nivel de vida tanto de los sectores populares como de la clase media, y una pobre gerencia en la industria petrolera con el resultado de una baja en la producción. Dos tareas urgentes se vislumbran como desafíos de grandes proporciones: la profundización de la lucha anti-corrupción que empezó en la segunda mitad de 2017con el nombramiento de Tarek William Saab como Fiscal General; y la necesidad de implementar una política económica para que los precios de los productos, incluyendo la moneda extranjera, guarden alguna relación con lo establecido en el mercado y también con los costos de producción. Los productos y servicios como la gasolina, el gas, y los boletos del metro de Caracas son casi gratis, mientras que las tarifas cobradas por la empresa estatal telefónica CANTV no se quedan muy atrás. Dada la polarización intensa, medidas gubernamentales audaces y necesarias como estas probablemente generarán resistencia popular y burocrática que la oposición podría explotar. La posición hostil de Washington, como también los países vecinos de Venezuela y la Unión Europea, agrava la volatilidad. En agosto de 2017 el gobierno de Trump prohibió la compra de bonos del Estado venezolano y la repatriación de las ganancias por parte de la empresa CITGO ubicada en los EEUU, y luego impidió las transacciones de la criptomoneda venezolana llamada el Petro. En febrero de este año los partidos de la MUD se retiraron de las negociaciones con el gobierno de Maduro llevadas a cabo en Santo Domingo a pesar de varias concesiones y cierto optimismo acerca de la posibilidad de un acuerdo. Según Maduro, la decisión se debió a la presión de Washington. La denuncia por parte de portavoces de Washington al gobierno de Maduro de ser una tiranía y un Estado narco podría haber influenciado a la MUD de llamar a la abstención, aún después que el secretario general de Acción Democrática (AD) Henry Ramos Allup anunció su candidatura presidencial en enero. Los únicos partidos importantes que terminaron participando en las elecciones fueron COPEI y el MAS, los cuales apoyaron a Falcón.

Venezuela Dividida en Tres

El desconocimiento de Falcón de los resultados del 20 de mayo estaba muy lejos de ser inevitable. Por cierto, Falcón emergió como un líder nacional cuando reconoció su propia derrota en las elecciones gubernamentales del 15 de octubre de 2017, en contraste con la posición asumida por otros candidatos de la oposición ese mismo día. Un acontecimiento concurrente pareció señalar una grieta irreparable dentro del bloque de la oposición, que durante las últimas dos décadas había generalmente desconocido la legitimidad del gobierno de Hugo Chávez y Maduro. Cuatro de los cinco gobernadores, todos pertenecientes a AD, desobedecieron la orden de su partido al juramentarse ante la Asamblea Nacional Constituyente (ANC). Las tensiones y diferencias marcadas entre la oposición radical y Falcón se manifestaron durante la campaña. Diosdado Cabello dijo a José Vicente Rangel: “Lo peor que dijeron acerca de Falcón no lo dijimos nosotros, lo dijo la oposición.” En un ejemplo de insultos, dos periodistas renombrados a nivel internacional – Andrés Oppenheimer y Jaime Bayly – llamaron a Falcón un doble “traidor” por haber roto con Chávez después de ser elegido gobernador de Lara en 2010, y luego haber roto con Henrique Capriles después de servir como jefe de su campaña en las elecciones presidenciales en 2013. Atrás de este conflicto entre los anti-chavistas, hay un hecho que llama la atención: Políticamente, Venezuela ahora está dividida en tres campos, no dos – la oposición radical, los Chavistas y un campo medio que carece de una dirigencia bien organizada. Este tercer campo firmemente se opone a las protestas tipo guarimba llevadas a cabo en 2014 y 2017 que resultaron en la paralización del tráfico urbano y violencia callejera. Estos venezolanos están igualmente opuestos a las sanciones económicas impuestas por los EEUU con el apoyo de la oposición radical. De acuerdo con la encuestadora Hinterlaces, 71 por ciento de la población está en desacuerdo con las sanciones internacionales para remover a Maduro de su cargo. El “terreno medio”, que está especialmente bien definido sobre el tema de la violencia, fue el espacio ocupado por Falcón durante la campaña. En este momento, la prioridad de Maduro es minimizar los efectos de las sanciones y la resistencia ilegal a su gobierno con el fin de lograr un grado de estabilidad para poder implementar reformas económicas difíciles. El día después de las elecciones, Trump, como fue esperado, emitió una orden ejecutiva que endureció las sanciones financieras; pero la fuente verdadera de alarma es la posibilidad de un embargo petrolero que actualmente está siendo estudiado por los Departamentos de Estado y Hacienda y también el Consejo de Seguridad Nacional. También, el día después de las elecciones se produjeron disturbios callejeros en varias ciudades, señalando la posibilidad de una repetición de la guarimba a nivel nacional en un momento en el cual Venezuela está más aislado internacionalmente que hace un año.

La “Guerra Económica”

El asunto de las sanciones impuestas sobre Venezuela tiene el potencial de unificar una parte importante del país y al mismo tiempo aislar a la oposición radical, que apoya esas medidas. Pero para que eso ocurra, el gobierno tiene que mejorar su estrategia comunicacional documentando con evidencia bien fundamentada sobre las maneras en las cuales las sanciones están afectando al país. La retórica de los chavistas gobernantes tiende a enfatizar la “guerra económica” en abstracto, sin ir más allá de las consignas y sin presentar información concreta. Los líderes radicales tajantemente niegan que las sanciones tengan algo que ver con las dificultades económicas que aquejan al país, que ellos atribuyen exclusivamente a las políticas erradas de Maduro y la corrupción. Otros reconocen que las sanciones complican las cosas para el gobierno, pero alegan que han tenido un efecto “limitado”. Sin embargo, los errores gubernamentales, por una parte, y las perturbaciones económicas políticamente motivadas, por otra parte, no son mutuamente excluyentes. Hay mucha evidencia para refutar el alegato de la oposición radical que el impacto de la “guerra económica” es mínimo. En un artículo en Foreign Policy – durante muchos años dirigido por Moisés Naím – el principal asesor en política económica de Falcón, Francisco Rodríguez, planteó que las sanciones han infligido considerable daño. El señala que las compañías venezolanas como CITGO no han podido “solicitar crédito de comercio rutinario desde que las sanciones fueron impuestas” y que esas medidas corren el riesgo de “convertir la actual crisis humanitaria en una catástrofe humanitaria total”. De igual o mayor importancia que las sanciones en sí es el mensaje que las órdenes ejecutivas emitidas por Obama y Trump transmiten al capital privado. Ninguna empresa norteamericana puede ignorar la gravedad de una declaración del presidente de su país que dice que un gobierno extranjero representa “una amenaza extraordinaria a la seguridad nacional” norteamericana (en las palabras de Obama), o que alega que está involucrado en el narcotráfico y el lavado de dólares. Estas declaraciones necesariamente han contribuido a la desinversión, que ha hecho tanto daño a la economía venezolana. Similarmente, el periódico El Miami Herald reveló que el presidente de la Asamblea Nacional y uno de los líderes de la oposición radical Julio Borges sistemáticamente ha contactado bancos a nivel mundial para realzar la efectividad de las sanciones impuestas por los EEUU. Borges advirtió que las instituciones financieras que “están haciendo negocio con una dictadura que viola los derechos humanos” se convierten en “cómplice” y que perjudicaría sus “imágenes”, lo que podría ser interpretado como una amenaza velada. Uno de los efectos de la campaña de Washington contra Venezuela es el éxodo empresarial de los años recientes, que incluye a Clorox, Kimberly-Clark, Ford, Colgate Palmolive, General Mills, y General Motors. Aunque las compañías echan la culpa al gobierno de Maduro por su decisión, los motivos políticos y económicos en situaciones de esta naturaleza siempre son mixtos y difíciles, por no decir imposible, de desglosar. Los chavistas ven al éxodo como una expresión de la guerra económica. Cuando Kellogg’s cerró sus operaciones en Venezuela pocos días antes de las elecciones del 20 de mayo, Maduro comentó que los ejecutivos de la empresa “piensan que la gente se va a asustar” y dejar de votar por él. El reconocimiento del problema de la ineficiencia, la corrupción y la gerencia deficiente no debe restar del reconocimiento que el hostigamiento de Washington ha tenido un gran impacto sobre la economía venezolana. La industria petrolera es un buen ejemplo. El Fiscal General Tarek William Saab ha documentado las prácticas no éticas en la industria, que ha resultado en la detención de numerosos ejecutivos de alto rango de la empresa estatal PDVSA. Pero la empresa también ha sido víctima de las sanciones, que afectan sus relaciones con las empresas de servicios petroleros, como Baker Hughes, Halliburton, Weatherford, y Schlumberger. Para evitar una relación directa con PDVSA, estas empresas norteamericanas ahora están trabajando a través de firmas intermediarias que usan los equipos y el personal de las empresas grandes, mientras que toman una tajada de las ganancias de Venezuela. Al mismo tiempo, Chevron, que es la única multinacional petrolera norteamericana importante en Venezuela, se ha abstenido de hacer inversiones significativas.

Los Moderados versus la Oposición Radical

Después de las elecciones del 20 de mayo, varios portavoces de la oposición hicieron un llamado en favor de la unidad de los anti-chavistas. Laidy Gómez, la gobernadora adeca de Táchira, declaró: “Este no es el momento para culparse unos a los otros. Tenemos un enemigo en común.” Sin embargo, lograr la unidad no será fácil dada la profundidad de las diferencias que separan a los que apoyaron la abstención el 20 de mayo y a los que abogaron por la participación. Una mirada a las diferencias arroja luz no solamente a las grietas que separan a los “moderados” de los “radicales”, sino también las diferencias entre los venezolanos comunes sobre asuntos principales en la política venezolana. El contraste entre los dos campos también sugiere la factibilidad de una convergencia o entendimiento, aunque sea tácito, entre los chavistas y los “moderados” de la oposición, por lo menos sobre asuntos puntuales. La abstención versus la participación. La oposición radical en Venezuela, el gobierno de Trump y una gran parte de los medios comerciales califican el proceso electoral venezolano como “fraudulento”, refiriéndose específicamente a la manipulación en el escrutinio de los votos. La oposición ha usado continuamente el término “fraude” de forma ligera y poco precisa. Sin embargo, el sistema electoral venezolano se basa en procedimientos simultáneos manuales y electrónicos, como también en la auditoría de más de cincuenta por ciento de los centros de votación. Además, el 20 de mayo, como en las elecciones del pasado, los representantes de los candidatos de la oposición firmaron las actas que validan el proceso. Los portavoces de la candidatura de Falcón, conscientes que el uso del término “fraude” desalentaría la participación electoral, limitaron sus críticas más que todo al ventajismo, como, por ejemplo, en referencia a las transmisiones de los medios estatales de comunicación. Las objeciones de Falcón el 20 de mayo no fueron enfocadas en la manipulación en el conteo de votos, sino en la manipulación de los votantes. Falcón apuntó a la violación de normas electorales, incluyendo prácticas deshonestas en cuanto a la asistencia de los ancianos e incapacitados en el acto de votar y el hecho que algunos toldos chavistas conocidos como “puntos rojos” fueron ubicados dentro del perímetro de 200 metros. La única acusación que puede haber alterado significativamente los resultados fue la promesa a un bono a personas que votaron (aunque el secreto del voto nunca fue seriamente cuestionado). No a la impunidad. La oposición radical abiertamente apoya la purga del aparato estatal, supuestamente con el fin de erradicar la corrupción a todos los niveles. En contraste, la estrategia de Falcón fue claramente diseñada para ganar el apoyo de los chavistas descontentos. Falcón se comprometió con decretar la inamovilidad laboral en la administración pública al mismo tiempo que su partido indicó que si fuera elegido, consideraría la posibilidad de mantener a Vladimir Padrino López, como Ministro de Defensa. El anuncio de la posible permanencia de Padrino López fue posiblemente diseñado para calmar a los oficiales de la FFAA preocupados por las declaraciones de algunos radicales referentes a la “complicidad” de los militares y por la posibilidad de una limpieza de la institución. La vía al poder. La decisión de la oposición radical de llevar a cabo un boicot electoral refleja su escepticismo acerca de la factibilidad de lograr sus objetivos, incluyendo las reformas neoliberales estructurales, por medios electorales. Al comienzo de 2016 cuando una campaña estaba en marcha para recoger firmas para un referéndum revocatorio, el partido Voluntad Popular, dirigido por Leopoldo López, abogó por una asamblea constituyente para redactar una nueva constitución. Los líderes de Voluntad Popular mantenían que la remoción del presidente y la elección del otro no asegurarían el logro de los cambios que el país necesitaba. Subyacente a la posición de línea dura sobre las elecciones fue la estrategia de deshacer los cambios implementados por Chávez y su reemplazo con el neoliberalismo estilo “shock treatment”. La posibilidad de resistencia popular tenaz a los cambios de esta naturaleza no podía ser descartada. Entre las políticas contempladas fue la privatización de los sectores básicos de la economía, una medida que fue prohibida por la constitución vigente. Este esquema, que implicaba un sacudón y enfrentamientos, contrastaba con el discurso de Falcón que enfatizaba los cambios pacíficos y manifestaba preocupación de que el boicot electoral podría conducir a un desenlace violento. “La solidaridad internacional”. Falcón y los portavoces de su campaña expresaron reservas, aunque tímidamente, acerca del énfasis de la MUD sobre el apoyo internacional para su causa y, con firmeza, se opusieron a la intervención militar extranjera en Venezuela, mientras que insinuaban que aquellos dirigentes que promovieron el boicot electoral dejaron abierta esa opción. En las palabras del líder histórico de COPEI Eduardo Fernández “La solidaridad de la comunidad internacional con Venezuela es algo que debemos apreciar, valorar y agradecer. Pero eso no puede hacernos olvidar que, al final, la solución de los problemas venezolanos nos corresponde a nosotros, los venezolanos”. Su hijo Pedro Pablo Fernández, un dirigente nacional copeyano, declaró después de las elecciones “Nosotros condenamos las restricciones contra la economía, contra Venezuela, porque las sufrimos todos los venezolanos”.

Las Opciones Limitadas de Maduro

José Vicente Rangel, quien ha ocupado varias posiciones importantes en el gobierno de Chávez, ha sido, durante mucho tiempo, el defensor más insistente de la política de promover un diálogo con sectores de la oposición. (Esta estrategia no obvia medidas que inspiran y movilizan la base chavista y las clases populares en general.) Diferencias sobre este asunto se manifiestan en la rivalidad dentro del Partido Socialista Unido (PSUV) entre las dos corrientes principales encabezadas por Maduro y Diosdado Cabello, quien representa la línea dura en cuanto a las relaciones con la oposición. Algunos líderes de la tendencia de Cabello esperaban que él fuera candidato presidencial del partido, una proposición formulada públicamente por Francisco Ameliach, ex gobernador de Carabobo. En los meses recientes, la corriente de Maduro ha sido fortalecida a costa de otras tendencias internas como resultado de la campaña anti-corrupción acometida por el Fiscal General Tarek William Saab. La llamada de Maduro a un diálogo nacional no es nueva. Por cierto, la propuesta data de los meses de las protestas de guarimba en 2014. Sin embargo, el surgimiento de un nuevo polo dentro del campo de la oposición como resultado de la candidatura de Falcón realza las posibilidades que la propuesta surta efecto. Enrique Ochoa Antich, quien apoyó la candidatura de Falcón, manifestó la voluntad de los participantes de su campaña de aceptar la propuesta de Maduro. La campaña de Falcón fue un acto de equilibrio al demostrar a la oposición que no fue blando en sus críticas al gobierno, y al mismo tiempo tratar de atraer a los chavistas descontentos. En este momento no está clara la posición que va a asumir Falcón hacia el chavismo y la oposición radical. Las formulas neoliberales presentadas por Falcón, que incluyen las privatizaciones masivas sin ninguna garantía que no van a abrir las puertas al capital extranjero, acuerdos con el FMI y la dolarización de la economía, son incompatibles con la orientación del gobierno en política económica. Pero hay un asunto clave que puede conducir a un acercamiento entre los dos lados. Si Maduro trata de vincular la estructura de precios en el país a las condiciones del mercado con el fin de controlar la inflación desenfrenada, va a necesitar apoyo político y tal esfuerzo estaría perfectamente compatible con las posiciones de Falcón. Las opciones de Maduro son limitadas dado el aislamiento internacional de Venezuela, la gravedad de la situación económica y el grado de descontento en el país. Las soluciones a los problemas apremiantes requieren medidas audaces; Maduro tiene que aprovecharse de un momento en el cual la oposición está desmoralizada. En el pasado, Maduro no ha actuado contundentemente en momentos favorables, pero después de cinco años en la presidencia, quizás ha aprendido la importancia de actuar con premura tomando en cuenta los factores políticos. En los próximos días, será evidente si eso es el caso o no.