Que paguen los pobres del mundo La crisis económica y del Sur del globo
Por Adam Hanieh
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
La actual crisis económica global tiene todas las características de un evento trascendental. Economistas de la corriente dominante – no conocidos normalmente por su lenguaje exagerado – emplean ahora abiertamente frases como "catástrofe sistémica" y "mirando hacia el abismo." El 29 de octubre, por ejemplo, Martin Wolf, uno de los principales comentaristas financieros del Financial Times, advirtió que la crisis augura "bancarrotas masivas," "desempleo en alza" y una "catástrofe" que amenaza "la legitimidad de la propia economía de libre mercado... el peligro sigue siendo inmenso y queda poco tiempo."
Cabe poca duda de que esta crisis ya tiene un impacto devastador en los hogares estadounidenses fuertemente endeudados. Pero una de las características impactantes del análisis hasta la fecha – tanto de los medios de izquierdas como los dominantes – es el enfoque casi exclusivo en los países ricos de Norteamérica, Europa y del Este Asiático. De las ejecuciones hipotecarias en California a la bancarrota de Islandia, el impacto del colapso financiero es raramente examinado más allá del núcleo capitalista avanzado.
El modelo de la crisis capitalista durante los últimos cincuenta años debería alertarnos a los peligros de esta actitud. A través de su historia, el capitalismo ha funcionado mediante el desplazamiento geográfico de las crisis – intentando descargar los peores impactos sobre los que están fuera del núcleo. Este artículo presenta una breve idea de lo que esta crisis podría significar para el Sur del Globo.
Cae el comercio mundial
Esta crisis golpea a una economía mundial que – por primera vez en la historia – es verdaderamente global. Claro está que las exportaciones y el control de las materias primas han sido siempre importantes para el capitalismo. Pero hasta los años setenta la mayor parte de la producción capitalista era organizada a escala nacional. Durante todos los años ochenta y noventa, tanto la producción como el consumo comenzaron a ser organizados a escala internacional. Actualmente, todos los mercados son dominados por un puñado de grandes compañías que operan internacionalmente mediante cadenas interconectadas de producción, subcontratación y mercadotecnia. Casi cada producto que consumimos ha involucrado el trabajo de miles de personas repartidas por el globo – desde la producción de insumos de materia prima, investigación y desarrollo (R&D), montaje, transporte, mercadotecnia, y financiamiento. A un nivel, esta interconexión de la producción expresa el hecho de que los seres humanos se han convertido en un organismo social. Al mismo tiempo, tropieza continuamente con un sistema organizado para la busca del beneficio privado, individual.
Esta interconexión ha adoptado una forma muy particular durante las últimas dos décadas. El mercado mundial ha sido estructurado alrededor del consumo del consumidor estadounidense (y en menor medida, europeo). Los bienes producidos en zonas de producción de bajos salarios como China e India – utilizando materias primas provenientes en su mayoría de otros países en el sur – son exportados a EE.UU. donde terminan en las casas en expansión permanente de un consumidor demasiado endeudado. El control de esta cadena global de producción y consumo está en manos de grandes conglomerados de EE.UU., Europa y Japón.
Esta estructura ayudó a romper y hacer retroceder proyectos de desarrollo nacional en todo el globo. Junto con la crisis de la deuda de los años ochenta, modelos de desarrollo orientados a la exportación fueron impuestos por el Fondo Monetario Internacional y otras instituciones financieras a la mayoría de los países en el sur. Muchas de las elites en esos países apoyaron ese modelo de desarrollo al obtener participaciones en compañías recién privatizadas y en mercados en el norte.
El consumo en expansión permanente del mercado de EE.UU. se basaba en un aumento masivo del endeudamiento. Se alentaba a los consumidores de EE.UU. a que asumieran vastos niveles de deuda (a través de tarjetas de crédito, hipotecas, financiamiento sin pago inicial, etc.) a fin de mantener los niveles de consumo que subyacían a la demanda global. Los dólares que permitieron ese crecimiento de la deuda provenían de instrumentos financieros que fueron comprados por bancos centrales asiáticos y otros en todo el mundo. Esas instituciones volvieron a prestar dólares a EE.UU., donde fueron canalizados a consumidores a través de bancos y otros mecanismos.
El mercado de bienes raíces de EE.UU. fue sólo una de las burbujas financieras que permitieron que continuara esa rueda de molino de creciente endeudamiento. La gente podía refinanciar continuamente sus hipotecas al subir los precios de los bienes raíces. Pero con el colapso de esa burbuja la demanda en el mundo se agota repentinamente. Debido a la interconexión del comercio mundial, eso tendrá un impacto muy severo en cada país en todo el globo, particularmente en el sur.
Una medida de esto se ve en un indicador económico relativamente poco conocido, el Índice Seco del Báltico (BDI). El BDI es un índice compuesto de los precios del transporte marítimo de carga seca para materias primas como carbón, mineral de hierro y acero. Desde junio a noviembre de 2008, el BDI cayó en un 92%, y las tarifas de alquiler para grandes barcos de carga cayeron de 234.000 dólares por día a
7.340 dólares. Esta masiva caída refleja dos factores: reducción de la demanda mundial de materias primas y de otros recursos, y la incapacidad de los fletadores de conseguir que sus pagos sean garantizados por bancos debido a la crisis crediticia.
La caída de los precios de las materias primas también demuestra esta baja en el comercio mundial. Los precios del cobre, por ejemplo, han caído un 23% en los últimos dos meses. El consumo chino del metal, crítico para gran parte de la producción industrial, ha bajado más de la mitad este año. ArcelorMittal, el mayor productor de acero del mundo, declaró el 5 de noviembre que su producción global disminuiría en más de un 30%. El Banco Mundial (que ha subestimado regularmente la severidad de la baja actual) predice ahora que los volúmenes globales de comercio disminuirán por primera vez desde 1982.
Desarticulación social
Esta caída en el comercio mundial tendrá un impacto particularmente devastador sobre países que han adoptado modelos de desarrollo 'orientados a la exportación.' Este modelo fue fuertemente promovido por el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la mayoría de los economistas durante los últimos dos decenios. A medida que decae la demanda global, los países que dependen de exportaciones se verán enfrentados al colapso de sus industrias esenciales y a un potencial desempleo masivo. Esto aumentará la presión sobre los salarios al aumentar las nuevas reservas laborales los niveles ya considerables de cesantía.
Standard and Chartered calculan, por ejemplo, que las exportaciones chinas podrían caer a "cero o incluso a un crecimiento negativo" en
2009. JP Morgan Chase predice que las exportaciones chinas bajarán un
5,7% por cada baja de un por ciento en el crecimiento económico global. No es sólo cosa de arreglárselas con niveles más pequeños de un crecimiento aún positivo. China tiene que crear 17 millones de puestos de trabajo por año a fin de encarar las grandes cantidades de campesinos que se mudan del campo a áreas urbanas. Esto significa que el país debe mantener altas tasas de crecimiento. Incluso si el crecimiento baja de 11 – 12% al año a un 8% el país enfrenta un desajuste social potencialmente inmenso. Los trabajadores en China ya protestan por millones al cerrar sus fábricas y cuando los propietarios se escapan sin pagar los salarios.
Un colapso en el comercio mundial no es la única amenaza potencialmente devastadora que esta crisis presenta a la periferia global. Como en la Crisis Asiática de 1997, el rápido retiro de fondos extranjeros de los mercados bursátiles y otras inversiones en el Sur podría causar el derrumbe de monedas y el colapso de industrias que ya tambalean por la ralentización en el comercio. Un rápido estudio de unos pocos países demuestra la letal mezcla de partida de capitales, alta inflación y caídas en los ingresos de la exportación:
En Pakistán, las reservas de divisas extranjeras han bajado más de un
74% en el pasado año a unos 4.300 millones de dólares. El país está al borde del colapso total y necesita urgentemente 6.000 millones de dólares para pagar importaciones y atender el servicio de su deuda existente. La terrible situación de la fuga de capital extranjero llevó al ministro de exteriores alemán a declarar el 28 de octubre que "el mundo tiene sólo seis días para salvar a Pakistán" (al escribir estas líneas parece que Pakistán obtendrá ese dinero en la forma de préstamos del FMI y / o de países del Consejo de Cooperación del Golfo).
Sri Lanka ha perdido cerca de un 2% de sus reservas extranjeras desde comienzos de agosto porque inversores extranjeros llevan a sus países sus valores en cartera en dólares. Cerca de un 50% de las exportaciones de textiles y de vestimenta de Sri Lanka (que representan cerca de un 43% de los ingresos totales en divisas extranjeras) fueron a EE.UU. en 2007, mientras otro 45% fue a la UE. Esas exportaciones probablemente serán diezmadas por un colapso generalizado en la demanda. El debilitamiento de la rupia de Sri Lanka durante los últimos años ha contribuido a un aumento de un 20% en la inflación, y los altos precios de los alimentos han afectado terriblemente a los más pobres.
Las reservas de divisas extranjeras de India han caído un 17% desde marzo de 2008. Más de 51.000 millones de dólares abandonaron India durante la tercera semana de octubre, el mayor descenso en ocho años. La industria textil india, que representa el segundo componente por su tamaño de la fuerza laboral del país después de la agricultura, exporta un 70% de su producto a los mercados estadounidense y europeos. Se espera que los pedidos de textiles y vestimenta disminuyan en por lo menos un 25% durante el invierno y ya han comenzado los masivos despidos. El 29 de octubre, la Asociación de Cámaras de Comercio e Industrias predijo que las compañías en siete industrias clave (acero, cemento, finanzas, construcción, bienes raíces, aviación, y tecnología de la información) tendrían que reducir un 25% de su fuerza laboral. Esto, en tiempos en los que el país se debate en una inmensa brecha entre ricos y pobres. La riqueza de las 53 personas más ricas en India equivale a un 31% del PIB del país, sin embargo, según el Banco Mundial un 42% de la población vive bajo la línea oficial de la pobreza de 1,25 dólares por día.
Estos modelos se repiten en todo el globo. Países que incluyen a México, Turquía, Indonesia, Brasil, Argentina, Corea del Sur, así como los países más pobres de Europa Oriental y Meridional se ven ante tasas de crecimiento colapsantes, fuga de capitales, y reducciones en el valor de sus monedas. En muchos casos, estos problemas han sido exacerbados por una proliferación de préstamos a bajas tasas de interés que estaban denominados en monedas extranjeras (como ser francos suizos, euros y dólares) tomados por individuos y compañías. Esos préstamos ofrecían inicialmente un mejor tipo de interés que en la moneda nacional, pero, a medida que las monedas locales han perdido su valor, la cantidad que hay que pagar ha aumentado dramáticamente. Business Weeks estima que los prestatarios en los así llamados 'mercados emergentes' deben unos 4,7 billones de dólares en deuda denominada en monedas extranjeras, un 38% durante los últimos dos años. Es una nueva confirmación de una crisis de la deuda de los años ochenta que en realidad nunca desapareció, sino sólo decreció parcialmente.
Vuelve el FMI
Esta crisis social en desarrollo ha devuelto al FMI al primer plano. Típicamente, el FMI presta a países que enfrentan un colapso potencial y, en cambio, exige el cumplimiento de severas condiciones económicas. La escala de los préstamos ya es inmensa: Islandia (2.400 millones de dólares), Ucrania (16.500 millones), y Hungría (15.700 millones) han recibido préstamos y Pakistán, Serbia, Belarús, y Turquía son candidatos probables en el futuro cercano.
Las condiciones que vienen con esta última vuelta de préstamos del FMI han sido particularmente intransparentes. Las políticas que Ucrania debe aprobar, por ejemplo, no son conocidas todavía a pesar de que el país ha aceptado en lo esencial un préstamo de 16.500 millones de dólares del FMI. Hungría ha aceptado recortes en los gastos de asistencia social, una congelación de los salarios y la anulación de bonificaciones de trabajadores del sector público; sin embargo los detalles finales no han sido publicados. Islandia tuvo que aumentar los tipos de interés a un 18% con el pronóstico de que la economía se contraerá en un 10% y que la inflación llegará a un 20%.
Podemos ciertamente esperar que las condiciones adosadas a los préstamos a los países más pobres en el Sur Global sean mucho más rigurosas que las impuestas a esos países europeos. Cabe poca duda de que esos países enfrentarán masivas pérdidas de puestos de trabajo, una presión intensa para privatizar recursos públicos, y recortes de los gastos estatales en asistencia social, educación y salud en nombre de 'presupuestos equilibrados.' El posible éxito de esos ataques al tejido social, sin embargo, dependerá en última instancia del nivel de resistencia que enfrenten.
Estado autoritario
El 11 de octubre, una reunión de economistas progresistas en Caracas, Venezuela, emitió una declaración advirtiendo que la dinámica de esta crisis "anima a nuevas rondas de concentración del capital y, de no existir una firme oposición de los pueblos, se enfatizará aún más y en forma perversa la perspectiva de reestructuración sólo para salvar sectores privilegiados." Es un punto importante que hay que comprender. La crisis capitalista no lleva automáticamente al fin del capitalismo. Sin una resistencia y lucha efectivas, la crisis terminará por ser resuelta a costa de la gente trabajadora – en particular la del Sur.
Podría tratarse de una de las crisis más serias que el capitalismo haya enfrentado en la memoria viviente. Pero no debiéramos dejar que nos engañen para que pensemos que el sistema vaya a ser de alguna manera reformado o que sus contradicciones vayan a ser resueltas mediante medios pacíficos y organizados. El resultado inmediato más probable es un Estado endurecido, más autoritario que trate de restaurar la rentabilidad mediante el aumento de la represión y que se fuerce a la gente a aceptar la pérdida de puestos de trabajo, viviendas y cualquier tipo de apoyo social. En el Sur, esto significará inevitablemente más guerra y represión militar.
Si no se le impide, el sistema utilizará esta crisis para reestructurarse y continuar los negocios como si tal cosa. Por eso la resistencia – tanto en el interior como en el extranjero – será el factor determinante de mayor importancia para el resultado final de la situación. En Latinoamérica, por ejemplo, los intentos por restringir la fuga de capitales, colocar sectores económicos clave bajo control popular, y establecer sistemas monetarios y acuerdos comerciales alternativos son iniciativas importantes que apuntan a la necesidad de soluciones que van más allá del capitalismo. En Oriente Próximo, la resistencia popular al control político y económico de la región ha contenido indudablemente la extensión del poder de EE.UU.
Cualquier desplazamiento de la crisis hacia el Sur significa que coloquen a diferentes grupos de gente los unos contra los otros. Por este motivo, es probable que el corolario ideológico de la guerra y de la represión militar en el extranjero sea un racismo cada vez más virulento en el Norte – contra inmigrantes, gente de color y poblaciones indígenas. Esto significa que para los activistas en Norteamérica la cuestión de la solidaridad global y de la resistencia al racismo debe ser una prioridad central en toda lucha. Todo intento de volcarse hacia adentro, o de desechar la solidaridad internacional como menos importante en esta fase será desastroso para todos los trabajadores – en todo el globo.
Para contactos con Adam Hanieh: hanieh08 [at] gmail.com